Cada hijo/hija que nace es único y llega en circunstancias distintas a la vida de sus padres. Su incorporación a la dinámica familiar producirá nuevas modificaciones en las relaciones entre ellos y con sus hijos. Afrontar estos sucesivos reposicionamientos de los vínculos familiares no siempre es fácil ya que también se deben tomar en cuenta los cambios sociales y culturales que repercuten en las relaciones familiares. En los últimos años han aumentado, especialmente en los centros urbanos, las parejas que eligen convivir sin hijos durante varios años (diez años o más) al cabo de los cuales deciden tener un hijo. Algunas de estas familias dejan pasar otros cuantos años hasta decidir tener un nuevo hijo. En estas familias de pocos miembros, con marcadas diferencias de edades entre ellos, la llegada de un bebé tendrá implicancias particulares y distintas a otras familias, en las que los nacimientos son más seguidos.
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Toda la familia se tiene que adaptar a la nueva situación. Con tiempo es mejor
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¿Cómo se lo decimos?
Algunas madres relatan que los cambios en el comportamiento del hijo/hijos mayor/es comienzan a manifestarse aun antes de la confirmación del embarazo. Estas inquietudes infantiles no deben pasarse por alto, y antes de que empiecen a hacerse visibles las modificaciones del cuerpo de la madre conviene que ambos progenitores elijan un momento de tranquilidad para anunciarle la llegada del hermano.
Esta conversación con palabras claras y sencillas tendrá que dejar abierta la posibilidad para nuevas preguntas que irán surgiendo con el pasar de las semanas. ¿Cuándo va a nacer? ¿Dónde va a dormir? ¿Por qué le crece la panza a mamá? ¿Qué está haciendo dentro de la panza? ¿Cómo va a salir de la panza? Y para algunas afirmaciones: ¡Quiero que sea varón para que juguemos a la pelota! ¡Jugaremos a la mamá, yo seré la mamá y ella mi hija! Por supuesto que estas preguntas y afirmaciones variarán con la edad de los chicos. La predisposición de los padres a escucharlos con atención será un estímulo para que vayan surgiendo otras preguntas. Los niños de más de 2 años encuentan en el embarazo de la madre una excelente oportunidad para expresar su natural curiosidad
sobre la concepción, las relaciones sexuales y las diferencias sexuales entre las niñas y los niños. Preguntan cómo hicieron al bebé, por dónde va a salir, piden datos sobre el cuerpo femenino y masculino. Conviene brindarles sólo la información que solicitan no anticipándose a preguntas que tal vez nunca formulen. A medida que pasan las semanas, aparecen nuevos interrogantes;
ambos padres tienen que dedicarle tiempo para escucharlo y responder a sus dudas anudando su propia historia con la del niño que está por nacer. Evocando qué cosas le gustaban, mostrándole fotos/ videos del embarazo de la mamá, de sus primeros años de vida, la ropa que usaba y los juguetes que prefería. Hay que estar preparados para que, aunque se haya sido claro en las explicaciones, las preguntas se repitan una y otra vez, y siempre haya que volver a dar las mismas explicaciones. La llegada de otro niño a la familia, que demandará más tiempo y dedicación de los padres, suele apurar la decisión del ingreso del hermano mayor al jardín maternal/ guardería o de infantes/kinder. Si es así, conviene hacerlo con tiempo y no cuando esté próximo el parto, para que la familia lo pueda acompañar y dedicarle todo el tiempo que necesite en el inicio de su escolaridad.
Cuando se aproxime el momento del parto y los padres empiecen con los preparativos, hay que anticiparle que durante algunos días la mamá permanecerá internada con el bebé y no estará en la casa. En esos días, además de llevarlo/s a conocer al recién nacido, se tiene que mantener la rutina familiar, escolar y social (horarios de la comida, asistencia al jardín de infantes/ kinder, ir a un cumpleaños, etc.). Para ello, puede ser conveniente que algún familiar cercano (abuelos, tíos) vaya a dormir con él a la casa.
El primer hijo crece en un hogar sin otros niños; en cambio los siguientes, desde que nacen, saben de la experiencia de convivir con otro/s niños y les resulta más natural compartir el afecto y los cuidados de sus padres.
A pesar de todas las precauciones que se tengan, la llegada de un hermano moviliza sentimientos diversos, cambiantes y a veces contradictorios en los otros hijos. Habrá momentos en que se muestran genuinamente interesados y cariñosos con el/la hermano/a; en otros, expresarán indiferencia y desinterés y muchas oportunidades mostrarán manifiestos sentimientos de hostilidad por el recién llegado.
A menos que sea una actitud peligrosa para alguno de los niños es mejor no intervenir ni hacer comentarios sobre su comportamiento. Es conveniente valorizar su lugar de hijo mayor, pero no hay que forzarlo a que tenga actitudes cariñosas ni hablarle todo el tiempo de la llegada del hermano y del cariño que tiene que tenerle.
Los primeros tiempos posteriores al nacimiento de un bebé en la mayoría de los casos son de mucha alegría, pero ocasionan tensiones en la familia. La mamá se siente cansada, con pocas horas de sueño, exigida para cumplir todas sus tareas. En esta etapa es muy importante la intervención paterna, colaborando en la atención y cuidados, organizando alguna salida (plaza, un teatro) con el/los otro/s hijo/s y especialmente brindándoles tiempo, exclusividad y escucha a sus inquietudes. Paulatinamente el hermano más pequeño se irá incorporando a la vida familiar y a partir de estos encuentros iniciales se iniciará una de las relaciones humanas más enriquecedoras: la relación fraternal.
El vínculo entre hermanos es de compañerismo, de pares. Nunca, aunque la diferencia de edad sea importante hay que confundir los roles, imponiéndole al mayor responsabilidades en el cuidado del hermano menor. Ocasionalmente pueden colaborar con los padres en las tareas de cambiado de pañales, en el momento del baño diario o durante la alimentación pero nunca se debe delegar en ningún hermano la responsabilidad del cuidado, supervisión o atención del otro. Son hermanos, el más pequeño no es un juguete del mayor, ni este un padre sustituto. Cuando existe una discusión entre hermanos, si es leve, lo mejor es no intervenir, ya que estas discusiones sirven para aprender a solucionar conflictos en igualdad de condiciones y para desarrollar estrategias de sociabilización que podrán aplicar en otras relaciones.
A medida que van creciendo es tarea de los padres ayudarlos y acompañarlos en la construcción de la identidad de cada uno. Se harán visibles los rasgos de carácter, los gustos y preferencias, las limitaciones y potencialidades; entonces habrá momentos y actividades que comparta toda la familia y otros que serán exclusivos para cada hijo/hija.
Extraído del libro "Los imprescindibles para la Educación y Crianza" Colección de 3 tomos. Editorial Nazhira.