“(…) La paz es la navidad, y un regalo sorprendente, Tener derecho a jugar y que sonría la gente” [Extracto del poema “La Paz” de Alfonsina Storni]
Pensaba en el conjunto de palabras que forman parte del título de este pequeño artículo: juego, género, construcción, cultura, paz…
Palabras cargadas de sentido, multiplicidad de significados que entrelazados, irán delineando una nueva trama. Como un tapiz, cuyas lanas de colores van creando un dibujo, así iremos tejiendo nuevos significados. Pero primero, les voy a proponer un juego:
Recuerden el patio de su escuela. Es el recreo, están ahí viendo a tod@s...¿a qué juegan l@s chic@s? ¿cuánto espacio ocupan los varones y cuánto espacio ocupan las mujeres? ¿los varones y las mujeres juegan juntos? ¿a qué juegan? ¿o juegan separados? ¿qué les dejan hacer a las chicas y qué no? ¿y a los varones? ¿y a tod@s?
Seguramente, las escenas que cada quien pudo recrear fueron diferentes, sin embargo no temo equivocarme que esas escenas traducen relaciones sociales y principalmente, relaciones de género. Vale aclarar que cuando nos referimos a género, lo hacemos pensando en el sentido amplio del término, que involucra tanto a mujeres como a varones. Es decir, aprendemos a ser hombres y mujeres según lo que las sociedades van definiendo como lo propio de lo femenino y masculino, y lo que debe ser un hombre y una mujer (Tarducci, Zelarallán, 2010)
Podemos afirmar entonces, que las relaciones de género atraviesan todo el conjunto social, donde el juego, el jugar y los juguetes no son la excepción (Demarco, Andrade 2010). A partir de aquí, comienza nuestra propuesta: ¿Por qué hablar de juego y género? ¿Por qué hablar de paz?
Cuando hablamos de juego, no nos estamos refiriendo únicamente al concepto/acción del jugar, como actividad privilegiada de la infancia. Sino que vamos más allá, y lo pensamos como un complejo entramado, una herencia cultural que permite la transmisión de acciones, posiciones, roles e imaginarios que van moldeando nuestra identidad. El juego como función inherente al ser humano, permite y trae una inconmensurable cantidad de enunciados traducidos en lenguaje, formas de crianza, maneras de vincularse, de aprender, de sentir y de vivir que nos excede y transforma. El juego comunica. El juego trae consigo la historia de la humanidad. A través del mismo, se activan los sentidos, se clarifica el caos de sensaciones primarias, el juego integra pensamiento, sentimiento y acción. El juego mismo es lenguaje. A su vez, el juego es un derecho (que no siempre está garantizado). (Art. 31 de la Convención de los Derechos del niño, la niña y adolescentes: “Los Estados Partes reconocen el derecho del niño al descanso y esparcimiento, al juego y las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y de las artes”)
¿Cómo no referirnos entonces a su poder social, multiplicador y transformador?
Por ello, no es casual que nos encontremos ante una suerte de revisión que está poniendo en cuestionamiento el juego, el jugar y los juguetes, en relación a determinadas formas de reproducción simbólica, de estereotipos, y de funciones sociales (tanto privadas como públicas), poniendo en tensión la cuestión del control social y el espacio de libertad, como aquellas condiciones de igualdad y desigualdad de quienes juegan. Desde que la modernidad estableció el concepto de infancia, ha encontrado en el juego, el jugar y los juguetes, el principal medio de modelamiento de roles y funciones sociales, especialmente atribuidas a las categorías mujer-varón, y de clase social.
Dar cuenta del carácter político y cultural del juego, nos permite desnaturalizar determinadas concepciones acerca del mismo, de aquellos juegos y juguetes socialmente “esperados” para varones y mujeres [Aquí nos estamos refiriendo a aquellos juegos y juguetes de marcado corte sexista: determinación de los colores para los juguetes, juegos más suaves y tranquilos para las niñas, de mayor destreza corporal para los varones, juguetes que claramente establecen estereotipos de roles, entre otros.]. Y también, cuestiones que hacen a la desigualdad social y de acceso e inequidad. Por otro lado, nos habilita a plantearnos el interrogante: ¿existe lugar para las infancias múltiples y diversas? Por infancias múltiples y diversas entendemos aquellos niños y niñas que no “entran” en la categoría binaria hombre-mujer, niños y niñas con discapacidad, niños y niñas de contextos desfavorecidos, y de sectores minoritarios. Es decir, un gran conjunto de la población infantil que queda excluida del conjunto social.
Ahora bien, pensar el juego desde una perspectiva de género, no sólo aporta elementos valiosos a este análisis del juego, al enmarcar las prácticas lúdicas dentro de un contexto político-histórico-cultural. También nos permite comenzar a construir el camino que nos ayude a pensar y generar nuevas alternativas, nuevos modos de comunicarnos, tendientes a superar la categoría binaria “varón-mujer” y poner a jugar la diversidad en la construcciones de identidad de género. Diversidad que enriquece nuestro mundo, porque reconoce la diferencia y no la considera como “lo que falta”, sino como “lo que complementa”. Diversidad que permite la aceptación y el respeto por el otro/otra, de quien puedo aprender y a quien puedo enseñar. Con quien puedo jugar y descubrir nuevos mundos, nuevas posibilidades.
Resulta evidente que no es ingenuo ni aleatorio, el modo en cómo pensamos el juego, qué tipo de juegos ofrecemos y sostenemos como adult@s y cuáles juguetes seleccionamos para jugar con niños y niñas. Por ello nos encontramos en un momento histórico que nos habilita a pensar y repensar los modos de vincularnos, las posiciones que asumimos y los roles que desempeñamos…hoy más convencid@s que en otros tiempos, del carácter altamente contingente de los mismos: nada hay de natural aquí, todo es construcción.
Y el juego, pensado también desde esta óptica, nos provee de una oportunidad única: por él y a través de él, la de construir nuevas posiciones sociales, nuevos roles que permitan una mayor equidad e igualdad. La vivencia de la no violencia. Nuevos modos de vivir la corporalidad y el movimiento sin prejuicios. Generar lazos de cooperación, de solidaridad, de intercambio… ¿acaso todo esto no sucede, cuando los niños y las niñas se reúnen a jugar? Si no han logrado hacerlo, l@s animo a que observen cómo juegan libremente l@s niñ@s: Se ponen de acuerdo, se invitan entre sí, se ayudan mutuamente, crean universos, respetan y hacen respetar lo pactado, se divierten, ponen el cuerpo y el movimiento: todo esto es lo que trae el juego consigo.
Cuando hablamos de equidad, de igualdad en las oportunidades y en las relaciones de género, de respeto, de diversidad, de creación, de vínculos, de no violencia…estamos hablamos nada más ni nada menos, que de paz.
La paz es posible, y el juego y el jugar nos demuestran que podemos hacerla realidad todos los días.
Lic. María Alejandra Albacete es psicopedagoga. Ludoeducadora IPA.
Bibliografía consultada:
- Caba, B., Aubert, E (s/a): “Cuadernillo para el uso y facilitación del espacio de juego rodante “La Jueguería” –IPA Argentina, Buenos Aires.
- Convención Internacional de los Derechos del Niño.
- Demarco, L., De Isla M., Isnardi, J. (2010) “Equis: la igualdad y la diversidad de Género desde los primeros años”. 1° ed. Las Juanas Editoras, Buenos Aires.
- Marina, M. (2011): Educación Sexual Integral: para charlar en familia”-1°ed.-Ministerio de Educación de la Nación, Buenos Aires.