En nuestras sociedades contemporáneas, fuertemente atravesadas por la cultura de la comunicación, entendemos que el discurso de los medios y las tecnologías, instituye subjetividad. Por un lado, los chicos y chicas son capaces de comunicarse, estudiar y entretenerse a través de múltiples pantallas: la televisión, las computadoras, los celulares, los videojuegos, etcétera. Esto ha producido cambios en las maneras de aprendizaje y entretenimiento, pero también y fundamentalmente en las formas de comunicación entre ellos.
Al mismo tiempo, los medios producen representaciones de infancia muy particulares. En alianza con el mercado, el discurso de los medios instaura configuraciones, miradas, modelos acerca de qué es ser niño, qué es ser adolescente, y en este punto se producen estereotipos y sentidos que circulan socialmente. Por lo general, estas representaciones ofrecen un modelo homogéneo ligado a la figura del consumo, que oculta las diversidades y las diferentes experiencias de niñez.
Entonces, si las infancias contemporáneas construyen sus identidades a partir de una multiplicidad de referentes –entre los cuáles el mercado y los medios tienen un lugar central–, pensar hoy a nuestras infancias y adolescencias implica, sin lugar a dudas, pensarlas en su relación con las pantallas. Y esto exige tener en cuenta el lugar que los chicos y chicas tienen en la sociedad, su estatus político y ciudadano, su visibilidad social, y su inclusión o exclusión de la agenda de las políticas públicas.
Pensar a la infancia en términos de derechos quiere decir conocer y reconocer a los chicos y chicas en sus modos de ser y de estar en la sociedad. Reconocerlos como sujetos de derecho y no como mero consumidores.
Pero además es necesario pensar a los medios en clave de derechos. Esto quiere decir: ofrecer a los chicos y chicas el acceso a contenidos de calidad, la posibilidad de participación, expresión y visibilidad.
Desde el punto de vista de los medios, el desafío es dar la voz a los chicos, ofrecer pantallas y contenidos que los representen, que los visibilicen como colectivo social con derechos. Es decir, construir ciudadanías visibles.
Derecho a la libertad de pensamiento (Derechos de los niños y niñas, OEA - Pakapaka).
El derecho a la comunicación incluye, por un lado, el derecho a la información; el acceso a una diversidad de medios, donde la mayor parte de las voces esté representada, y podamos elegir de qué manera informarnos. Por el otro, incluye también la libertad de expresión, como el grado de acceso que tenemos a los medios necesarios para expresar nuestra propia voz.
En una conmemoración de este tipo, vale la pena recordar entonces qué es hacer efectivo el derecho a la comunicación de los chicos y las chicas: